Te pasas la tarde sin hacer nada cuando sabes perfectamente que luego no te dará tiempo a terminarlo todo; te quedas dormida encima de la cama mientras lees un triste libro aburrido que te han mandado, y sigues soñando las mismas tonterías de siempre. Luego te despiertas y haces que estudias cuando tu madre entra en la habitación, sabiendo que en cuanto salga cerrarás el libro. Más tarde te vas a duchar, ya se te ha pasado la tarde. Si tienes ganas, cenas, y si no vuelves a tu cuarto a no hacer nada. Piensas que estás desaprovechando tu vida pero no haces nada por evitarlo, te da igual, ya nada parece importante.

Abres la persiana y ves como la noche se come tu mundo, y solo queda luz en aquella estrella. La miras y deseas que todo vuelva a ser como antes, que vuelvas a sentirte útil y capaz. Enciendes la lámpara y te sientas en la cama a escribir todo aquello que no te atreves a confesar en voz alta y que sólo un papel podría comprender. Pasan las horas, y tú sigues ahí despierta; para cuando logras conciliar el sueño, ya son más de las cinco. Sólo te quedan dos horas hasta que el ruido de ese horrible despertador irrumpa en tu cabeza mientras sientes que ya no aguantas más.